martes, 16 de octubre de 2012

La razón y la pasión



Vuestra alma es, a menudo, un campo de batalla donde vuestra razón y vuestro juicio combaten contra vuestras pasiones y vuestros apetitos.

Ojalá pudiera yo ser el pacificador de vuestras almas, y transformar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en unidad y melodía.

Pero, ¿cómo podría yo hacerlo a menos que vosotros mismos fuerais también pacificadores, o mejor aún, amigos de todos vuestros elementos?.

Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma navegante.

Si vuestras velas o vuestro timón se rompen, sólo podréis navegar a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar.

Porque la razón, si reina por sí sola, restringe todo impulso; y la pasión, abandonada a sí misma, es un fuego que arde hasta su propia destrucción.

Así, que vuestra alma eleve vuestra razón a la altura de vuestra pasión, y así esta última podrá cantar; y que dirija vuestra pasión para que ella pueda vivir una resurrección cotidiana y, como el fénix, renazca de sus propias cenizas.

Quisiera que considerarais vuestro juicio y vuestros apetitos como lo haríais con dos huéspedes queridos en vuestra casa.

Ciertamente, no honraríais a un huésped más que al otro, porque quién presta más atención a uno de los dos, pierde el amor y la confianza de ambos.

Cuando, entre las colinas os sentáis a la sombra fresca de los álamos blancos, compartiendo la paz y la serenidad de los campos y de los prados, entonces, que vuestro corazón diga en silencio: "Dios reposa en la Razón".

Y cuando la tempestad y el viento poderoso sacudan los bosques, y el trueno y el relámpago proclamen la majestad de los cielos, entonces, que vuestro corazón diga con temor y respeto: "Dios actúa con pasión".

Y ya que oís un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, también vosotros deberíais reposar en la Razón y moveros en la Pasión.


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