lunes, 12 de diciembre de 2011

Hazte fuerte para el amor


El amor es la fortaleza última y primera. Es el impulso milagroso con el que partimos y con el que llegamos inspirados para tomar más. La fuerza con la que afrontamos el dolor de la existencia y nos elevamos por encima de los obstáculos de la vida personal. Hay un amor para cada conciencia, porque es la conciencia con la que respondemos a todo lo que vivimos: tal como entendemos el amor reaccionamos ante la vida y nos relacionamos con los demás. ¿Con qué mesuramos todo y tomamos decisiones sino con la medida de nuestro amor? Por Él sabemos si estamos dispuestos a crecer o preferimos ser aún pequeños e indefensos. Si la ayuda que pedimos es para confirmar nuestra debilidad o nuestra voluntad de fortalecernos ante su visión. Porque nos entregamos inermes ante su Presencia para crecer en ella, o nos resistimos a ella por temor a fundirnos en su abrazo. 

Si la circuntancias nos hacen decaer, si el sufrimiento de los demás nos hace doblegarnos ante nuestro propio dolor, nuestro amor es tenue y endeble: no tiene consistencia para penetrar en la cara oscura de nuestra vida. Entonces queremos evitar la situación o deseamos ayudar al otro para dejar de sentir ese dolor: la conciencia del amor aún no ha crecido suficiente para iluminar nuestro inconsciente. El amor es, lejos de lo que solemos pensar, la fuerza para encarar cada conflicto, cada aspecto sombrío de nuestra conciencia y del daño recibido por el mundo. El amor que disponemos es la conciencia que podemos utilizar.

El verdadero amor no proviene ni del romanticismo ni de esa fácil emocionalidad que sufre y llora por todo lo que pasa. Esa empatía está lejos de echar sus raíces sobre el conocimiento del amor, que va al núcleo de cada cosa, y la conoce desde adentro y confirma que cada uno dispone de la fuerza suficiente para sobrellevar la carga que arrastra. Cuando sentimos este amor raro en el mundo, entonces transmitimos el valor para encarar la vida tal como es, sin querer cambiarla, con la profunda aceptación que el amor acoge todo lo que experimenta. Es el amor que envuelve todo lo que toca y lo contiene dentro de sí. Y así acepta cada destino humano para que emerja el poder de la divinidad en nuestro interior. Al reconocer los límites de nuestra conciencia podemos trascenderlos y aceptar un amor mayor, más fuerte. Un amor que no es de este mundo.

Pero el amor que sentimos ahora mismo es suficiente para aceptar y abrazar nuestra propia vida, sean las circunstancias que sean. Porque nuestra vida es el fruto de nuestra capacidad de amar. ¿De qué otro lugar podemos partir para crecer y madurar esta conciencia personal hasta llegar a saber del alma a la que pertenemos?  No tenemos otro lugar por el que empezar: este el lugar perfecto para dar el próximo paso a un amor más grande.  Para aceptar un amor más fuerte. Y así aceptar el sufrimiento como un reto para crecer en el amor. Porque el amor no evita el sufrimiento: Lo disuelve.

Jonas Gnana

No hay comentarios:

Publicar un comentario